Aunque no nos diéramos cuenta, crecer en los noventa no tuvo nada que ver con hacerlo en las décadas anteriores. Las diferencias eran notables en lo que respecta a la sociedad –con la globalización cada vez más presente– o nuestra relación con la tecnología, pero donde más pudimos notar la brecha generacional fue en la cultura. Con la televisión guiando nuestro día a día –y más de dos canales donde elegir–, los programas y series se convirtieron en nuestra mayor referencia de lo que ocurría en el mundo.
Antes, las referencias culturales bebían de un mézclum entre Estados Unidos, con Hollywood a la cabeza, y España, donde el panorama todavía no era demasiado alentador. Pero, después del éxito de series como 'Dragon Ball' y de la irrupción completa de los videojuegos, Japón entró en nuestro imaginario cultural como el tercero en discordia. Aterrizó en nuestro país con ideas nuevas y revolucionarias, sacando a la luz temas que habíamos enterrado en el eterno tabú y enseñándonos que hay otras formas de entender la vida.
El anime, además de convertirse en el entretenimiento por excelencia de los nacidos en los noventa, acabó con tabúes arraigados a nuestra cultura. Gracias al anime, nuestra imaginación se desbordó con referentes que iban mucho más allá de 'Star Wars'. Pero el mayor cambio que trajo consigo fue la revolución sexual.
En la mayoría del anime clásico, la representación de la comunidad LGBTQ+ no es muy alentadora, centrándose en sátiras de travestis o personajes afeminados. Por ejemplo, en la recta final de 'Dragon Ball Z' aparece Otokosuki, un luchador de artes marciales que se siente atraído por Trunks, su rival en el Torneo Mundial de Artes Marciales. El personaje fue censurado en varios países (incluyendo algunas regiones de España), pero llegó a tener una aparición posterior en 'Dragon Ball GT'.
En 'Shin-Chan' ocurre algo similar. Los personajes homosexuales aparecen por doquier, pero ridiculizados o llevados al extremo. Aun así, representan la libertad total que ensalza el protagonista de la serie, por lo que de algún modo se trata de una visualización positiva del colectivo.
Aunque representaran un flaco favor para la comunidad LGBTQ+, estas apariciones ya eran algo más de lo que se lograba discernir en los productos culturales patrios (e incluso americanos), donde apenas podíamos encontrar personajes homosexuales. No obstante, los ejemplos mencionados son animes shōnen, formato que está dirigido a hombres jóvenes. A pesar de ser el género más popular de todos, los shōnen se suelen centrar en la acción o el humor. Las relaciones amorosas son tan escasas como tradicionales, así que la presencia LGBTQ+ suele ser mínima. Pero no fueron estos animes los que trajeron la revolución sexual a nuestro país, sino que fue tarea de los shōjo, series dirigidas a mujeres jóvenes.
Sailor Moon
En 1993, 'Sailor Moon' llegó a España a través de cadenas autonómicas como Canal Sur 2 Andalucía. Impulsada por Naoko Takeuchi, la autora del manga original que dio nombre a la serie, 'Sailor Moon' fue un éxito repentino entre los niños (de todos los sexos) que en aquella época se habían acostumbrado a series como 'Los Caballeros del Zodiaco'.
'Sailor Moon' presentaba a Usagi Tsukino, una estudiante de secundaria que, tras cruzarse con una gata negra con la capacidad de hablar y una extraña marca en la frente, descubre que es una Sailor Senshi —una guerrera con poderes mágicos— cuya misión es proteger a la Tierra de sus enemigos.
Esta premisa no es demasiado innovadora en lo que a anime se refiere, pero la gracia de 'Sailor Moon' reside en la representación máxima que impulsó sobre orientaciones sexuales no tradicionales. En la serie original aparecían varios personajes abiertamente homosexuales y transgénero. Sin ir más lejos, los villanos de la primera temporada Zoycite y Kunzite eran pareja. Y Ojo de Pez, otro villano que aparece más tarde, es un aficionado al travestismo.
Todos estos elementos no eran en absoluto polémicos para 'Sailor Moon'. Sus lectores nipones no ponían pegas, y ni siquiera las protagonistas de la serie hacen muchas alusiones a ello. Pero, en su distribución a todo el mundo (y por supuesto, a España) llegó la censura. En el caso de Zoycite y Kunzite se las apañaron para mostrar que eran tío y sobrino, aunque con una relación algo extraña entre ellos. Y en el caso de Ojo de Pez dijeron, simplemente, que era una mujer.
Aún más evidente es el caso de Sailor Urano y Sailor Neptuno. En la tercera temporada, la serie agregó a estos dos personajes femeninos fijos y, desde el primer día, se dejaba ver que eran pareja. Aunque no mostraban explícitamente su relación sentimental (de esto hablaremos después), Urano y Neptuno mostraban un afecto desmedido en una gran cantidad de escenas. Además, Urano hacía alusión en más de una ocasión a que le gustaban las mujeres.
De nuevo, la censura atacó con fuerza en España. Se eliminaron las escenas en las que más se daba a entender esta relación e intentaron que se las percibiera únicamente como amigas. No obstante, no pudieron acabar del todo con su vínculo y muchos de los que crecimos viendo la serie nos dimos cuenta de estas referencias.
Cardcaptor Sakura
'Sailor Moon' no llegó sola. Después del éxito que tuvo la serie de Naoko Takeuchi, otros animes de brujas jóvenes (del género Mahō shōjo) comenzaron a llegar. El más famoso de ellos fue 'Carcaptor Sakura', una serie que no ocultaba su intención de abrir el debate sobre la sexualidad.
La búsqueda de la identidad sexual es un continuo 'Sakura'. En la serie había un espacio enorme para el amor y, a pesar de que en el anime se rebajaron al máximo las relaciones sentimentales entre personajes (y algunas incluso fueron eliminadas), la homosexualidad y la bisexualidad aparecían sin mayores tabúes.
Los personajes de Touya (el hermano de Sakura) y su "amigo inseparable" Yukito son los que mejor reflejaban esta relación. De nuevo, el anime no terminaba de reflejar que fueran una pareja homosexual, si bien podía intuirse fácilmente. Y, aunque la censura también hizo de las suyas con esta serie, no pudo evitar que los fans evidenciaran su relación oculta.
Otro de los personajes de 'Carcaptor Sakura' que refleja este fenómeno es Tomoyo que, cuando reconoce estar enamorada de ella, decide huir de su lado. En el manga original, las relaciones son mucho más explícitas e incluso aparece una lolita, pero en el anime todo queda en el terreno de la ambigüedad más absoluta que, de alguna forma, nos hacía pensar que más formas de amar eran posibles.
La familia crece
En 1998, La 2 de TVE tuvo en su bien emitir una de las series de mayor éxito (y más controversias) de todo Japón. 'La familia crece', como se llamó aquí, es en realidad 'Marmalade Boy', un anime creado por la dibujante Wataru Yoshizumi que, desde su origen, rompe todos los esquemas de la familia tradicional.
La serie comienza cuando los padres de Miki, la protagonista de la historia, llegan de Hawaii después de pasar unas intensas vacaciones en la isla. Tan intensas han sido que reconocen haber conocido a una pareja encantadora allí. Sin pensárselo demasiado, deciden intercambiarse las parejas, casándose de nuevo y yéndose todos juntos a vivir a Hawaii.
Aunque la serie se convirtió muy pronto en una telenovela romántica, su inicio ofreció una extraña forma de entender el concepto de swinger. Si el intercambio de parejas era algo tan natural y correcto, os podéis imaginar cómo se trataban el resto de temas. Sin tabúes de por medio, 'La familia crece' mostraba relaciones de todo tipo, con el amor como único objetivo.
Por supuesto, el anime fue altamente censurado en la llegada a nuestro país. No obstante, continuó ofreciendo un amplio abanico de ideas a una generación que comenzaba a crecer con valores muy distintos a los de sus padres y hermanos mayores.
Ranma 1/2
Lo más parecido que tuvimos los niños de la época a un shōnen con diversidad sexual fue 'Ranma 1/2', un anime que, como los anteriores, también estuvo impulsado por una mujer. Rumiko Takahashi, también creadora de 'InuYasha', comenzó en 1987 a dibujar un manga humorístico cuya premisa ya invitaba al juego de géneros.
La historia se centra en Ranma Saotome, un luchador de artes marciales de 16 años que acaba de regresar de China junto a su padre. En este particular viaje, ambos han caído en un manantial maldito que ha provocado una extraña reacción en su organismo. A partir de ese momento, cuando Ranma se moja con agua fría, se transforma en una chica. Y su padre, en un panda.
La serie no era más que un digno entretenimiento humorístico con una gran carga erótica. Pero, debido a la particularidad de su premisa, ocurrían situaciones que hacían dudar sobre la sexualidad tanto del protagonista como de sus compañeros. Como en 'Mulán', no estaba claro si lo que enamoraba era el sexo o la personalidad, algo que en 'Ranma 1/2' se explotaba a más no poder.
En un artículo de Vice titulado 'Lo que Ranma 1/2 me enseñó sobre la fluidez de género', la mexicana Aurora Tejada relata su experiencia como una joven trans delante de una serie que trataba temas adelantados a su tiempo con una naturalidad absoluta. Tejeida reconoce que se sintió identificada con el deseo de tener un género diferente al que le habían asignado al nacer, así como le sirvió para abrir su mente a una edad muy temprana, algo que no habría conseguido con tanta facilidad si no hubiera tenido referentes.
Evidentemente, 'Ranma 1/2' no tenía intención de servir como altavoz de la comunidad trans. Más bien, se aprovechaba de esta premisa sobrenatural para crear situaciones puramente cómicas. Y, si bien criticaba la masculinidad al poner al protagonista contra las cuerdas —llegaba a sentir atracción por otro chico en su forma de mujer—, emanaba una homofobia lógica para una serie cuya primera emisión data de 1989.
Pero, gracias a su valor a la hora de afrontar tabúes sin ningún tipo de pudor, demostró a los jóvenes criados en los noventa que había muchas formas válidas de entender la sexualidad.
Yuri, Yaoi y la madurez del fan
Las series anteriores solo fueron la punta del iceberg de lo que escondía el inmenso mundo otaku. Muchos de los que crecieron con 'Sailor Moon' o 'Ranma 1/2' dejaron de lado su afición por el anime en cuanto llegaron a la adolescencia, pero otros muchos continuaron explorando las posibilidades que brindaba el género.
Quienes continuaron con su fanatismo (o volvieron a él un tiempo después) pudieron recluirse en el Yuri o el Yaoi, géneros que, literalmente, se clasifican en relaciones homosexuales entre personajes del sexo femenino y del sexo masculino, respectivamente. Títulos como 'Burst Angel' o la reciente 'Yuri!!! on Ice' llevan al máximo exponente los conceptos implantados por las series anteriores en busca de deleitar a un fandom que sabe lo que quiere.
Gran parte del género está formado por sátiras o fan-fics de personajes de los animes más populares, pero otros tantos han seguido su propia trayectoria gracias a ideas propias de autores que quieren seguir ensalzando el género. Sin embargo, la casualidad ha provocado que, mientras España ha avanzado bastante en las últimas dos décadas en cuanto a la representación homosexual se refiere, en Japón sigan manteniéndose en los noventa (o incluso menos).
'Yuri!!! on Ice' ha hecho un trabajo de representación ejemplar, pero la mayoría de series (incluidas las de estos géneros) se mantienen en el decoro y la vergüenza. En cada capítulo de estos animes suelen aparecer escenas que dan a entender relaciones románticas o sexuales entre personajes, pero no va más allá de la intención, sin mostrar nada de forma explícita. Son muchos los autores que dan a entender que dos personajes del mismo sexo están juntos aunque no sea verdad, una práctica que ha acabado llamándose "queerbait" (como clickbait).
El porqué de esta práctica se resume en la respuesta que dio la autora de 'Hibike! Euphonium', Naoko Yamada, a si los personajes de su anime Kumiko y Reina tenían una relación. "No es yuri, es adolescencia", dijo sin tapujos.
Yamada resumió la visión que muchos japoneses tienen sobre la homosexualidad femenina: que no es más que una etapa de la adolescencia. Por su parte, la homosexualidad masculina sigue apareciendo retratada como una sátira fuera de contadas ocasiones. Y, cuando se da a entender que dos hombres están juntos, es solo para generar un queerbait entre sus espectadores.
El anime que nos llegó a España en los noventa nos sirvió para abrir nuestra mente y liberarnos de tabúes impuestos desde antes de que naciéramos. Pero esta etapa ya está más que superada. Hoy día, y mal que nos pese a los fans, el anime no es un buen ejemplo en lo que a representación de la diversidad sexual se refiere.